Natural, sin filtros. Así es como suena la radio. Un medio cercano, acogedor, familiar. Que acompaña y engancha. En casa de mis abuelos, siempre escuchábamos la radio y, aunque yo ya de pequeño quería estudiar periodismo, no era un medio que me encandilase especialmente. Sí recuerdo que mi abuela un día me dijo: cuando descubras la radio, te enamorarás. «Es un medio muy bonito», decía. Y en verdad, mi abuela Marga tenía razón. La radio llegó a mi vida casi por sorpresa. Y ahora no quiero que se vaya nunca.
Una entrevista, una rueda de prensa…y al final aquí estás, delante del micrófono bien sea contando las noticias, otras veces charlando con un personaje de la actualidad o seleccionando la mejor música para llevarla a quien nos escucha, a los oyentes que la hacen posible.
En ocasiones, la radio (por qué no decirlo) también falla: problemas técnicos en el control, el sonido que no llega por la vía telefónica o el guión, que no se imprime a tiempo. Mientras tanto, suenan las señales horarias: esos beeps que indican el comienzo de la hora que enlazan con la sintonía y tú no estás preparado para arrancar con tu intervención. Suena agobiante, ¿verdad? A veces lo es pero, ante todo, es trepidante.
Un medio infinito, que no descansa. Muchos hablan del epitafio de las ondas. Otros le auguramos un buen futuro. Un futuro en que la radio sea un fiel reflejo de la sociedad. La radio: esa fiel compañera que, esperamos, por muchos años, siga sonando muy alto.